lunes, 2 de junio de 2008

Parábola de los viñadores

Marcos 12, 1-12. Tiempo Ordinario. Aceptemos con confianza y humildad la misión personal que Cristo nos pide.

Marcos 12, 1-12.

En aquel tiempo Jesús se puso a hablarles en parábolas a los sumos sacerdotes: Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: "A mi hijo le respetarán". Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia." Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.

Reflexión

“Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos”. Ese siervo es cada uno de nosotros que recibe la misión de su Señor. Pongámonos en su lugar. ¿Qué pensaría?, ¿con qué actitud emprende el camino? Es una misión difícil, es más, sabe que llevarla a cabo le exigirá que lo maltraten y que lo despidan con las manos vacías. Así es nuestra misión. Desproporcionada a nuestras posibilidades.

El solo verla ya nos hace dudar: no sirvo para este empleo, el estudio no es lo mío, esto de ser madre... cada uno ponga aquí su misión. ¿No es cierto que su peso nos aplasta? Ahora veamos a este siervo, ¿de dónde saca el valor, el coraje, la constancia para llevar a cabo su misión? Sale sin duda alguna de la confianza y humildad en su Señor. Confianza que nace del saber que su Señor lo conoce y por ello le encomienda una misión dura tanto así que lo llevará a la muerte y una muerte humillante.

En nuestra vida de cristianos por tanto aceptemos con confianza y humildad la misión personal que Cristo nos pide. Misión de predicar y vivir la caridad, defender la vida, promover la oración entre nuestros familiares y amigos etc. Pidamos a Dios nuestro Señor que nos conceda esta confianza y humildad.

Autor: Juan Pablo Botero | Fuente: Catholic.net