sábado, 2 de agosto de 2008

Muerte de Juan el Bautista

Mateo 14, 1-12. Tiempo Ordinario. Tenemos que estar dispuestos, por amor a Dios y a su Iglesia, a ser testigos del Evangelio.


Mateo 14, 1-12


En aquel tiempo se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús, y dijo a sus criados: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque le tenían por profeta. Mas llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, «dame aquí, dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». Se entristeció el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.


Reflexión


Jeremías y todos los profetas de Israel fueron siempre perseguidos por proclamar el incómodo mensaje de Dios, que exige una auténtica conversión del corazón.

Pero siempre afrontaron la persecución con ánimo viril e intrépido, aun a costa de la propia vida y del derramamiento de la propia sangre, como Juan Bautista, para dar testimonio de la verdad de Dios y de su palabra.

Juan el Bautista es el ejemplo clásico de la defensa inerme y valiente del profeta que, por defender su fe y la verdad, termina su vida como víctima fecunda, prefiguración de la muerte redentora de Cristo.

El verdadero cristiano, entonces, se convierte en “mártir”. Más aún, sólo el mártir es el verdadero cristiano y testigo de Cristo (en griego, mártir significa “testigo”). Toda la historia de la Iglesia se ha visto coronada y adornada con la vida de tantos hijos suyos que, por amor a Jesucristo y por su fe en Él, se han convertido en mártires. Ésta es la condición radical del cristiano. Todos debemos estar dispuestos, por amor a Él y por su Iglesia, a ser testigos intrépidos del Evangelio, incluso hasta dar nuestra propia vida por Él.

Sólo así podemos llamarnos y ser auténticos cristianos, es decir, discípulos y seguidores de un Cristo, crucificado por la verdad del Evangelio y por nuestra redención.

Autor: P Clemente González Fuente: Catholic.net

¿No es el hijo del carpintero?

Mateo 13,54-58.
y, al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de
tal manera que todos estaban maravillados. "¿De dónde le viene, decían,
esta sabiduría y ese poder de hacer milagros?
¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y
no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas?
¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá
todo esto?".
Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: "Un
profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia".
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.


Comentario del Evangelio por San Hilario (hacia 315-367), obispo de Poitiers, doctor de la Iglesia

«¿No es el hijo del carpintero?'... Y no hizo allí muchos milagros porque les faltaba fe.»

Por muy largo que sea el tiempo en que gozaré del aliento de vida que
tú me has concedido, Padre santo, Dios todopoderoso, te proclamaré Dios
eterno, pero también Padre eterno. Jamás me pondré como juez de tu
omnipotencia y de tus misterios; jamás haré pasar mi conocimiento limitado
por encima de la verdadera noción de tu infinitud; jamás afirmaré que en
otro tiempo tú has existido sin tu Sabiduría, tu Poder y tu Verbo, Dios, el
Único engendrado, mi Señor Jesucristo. Porque si el lenguaje humano es
débil e imperfecto hablando de ti, no encogerá mi espíritu hasta el punto
de reducir mi fe al silencio, por muy faltado que esté de palabras capaces
de expresar el misterio de tu ser... En las mismas realidades de la
naturaleza hay muchas cosas de las cuales no conocemos la causa, sin
ignorar, sin embargo, los efectos. Y cuando por nuestra propia naturaleza
no sabemos qué decir de las cosas, nuestra fe se tiñe de adoración. Si
contemplo el movimiento de las estrellas..., el flujo y reflujo del mar...,
el poder escondido en la más pequeña de las semillas..., mi ignorancia me
ayuda a contemplar, porque si no comprendo a esta naturaleza que está a mi
servicio, discierno tu bondad por el mero hecho de que está ahí para
servirme. Yo mismo percibo que no me conozco, pero por eso mismo te admiro
todavía más... Me has dado el poder razonar y la vida y mis sentidos de
hombre que me hacen gozar tanto, pero no llego a comprender cuál ha sido mi
principio como hombre. Es pues no conociendo lo que me envuelve que
capto lo que tú eres; y percibiendo lo que eres, te adoro. Por eso mismo,
tratándose de tus misterios, el hecho de no comprenderlos no hace que
decrezca mi fe en tu omnipotencia... El nacimiento de tu Hijo eterno
sobrepasa a la misma noción de eternidad, es anterior a los tiempos
eternos. Antes de que nada existiera por ti, Dios Padre, el Hijo salía de
ti; es verdadero Dios... Jamás tu has existido sin él... Tú eres el Padre
eterno de tu Hijo Engendrado antes de los tiempos eternos.