jueves, 24 de julio de 2008

El sentido de las parábolas

Mateo 13, 10-17. Tiempo Ordinario. Jesús nos pide docilidad y sencillez de corazón para poder acoger sus palabras.

Mateo 13, 10-17 "En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Él les contestó: A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de los Cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron".

Reflexión

Cuando un médico quiere poner una vacuna, necesita que el paciente relaje sus músculos y sea dócil, porque si no, la aguja le hará daño y puede quedarse sin recibir la medicina. Dios regaló a su pueblo una Ley e hizo con él una Alianza. De esta manera le preparó para la venida de su Hijo. Sin embargo, algunos endurecieron el corazón y no fueron capaces de acoger la Revelación. Por eso Jesús se muestra triste en este pasaje evangélico, porque Él era el cumplimiento de lo que anunciaron los profetas y justos y muchos no supieron recibirle. Las palabras desconcertantes: “al que tiene se le dará de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene” se refieren al aumento o disminución de la capacidad para entender el mensaje de Cristo. Unos comprenderán y se alegrarán con esa luz, pero los que se endurecen voluntariamente quedarán más confundidos. Jesús nos pide docilidad, sencillez de corazón, apertura para poder acoger sus palabras. Aunque es posible que no nos sintamos capacitados para ello. En este caso, debemos pedirle confiadamente: “Señor, ayúdame, haz que vea, que comprenda lo que quieres decirme”.

Autor: P. Clemente González Fuente: Catholic.net